viernes, 2 de noviembre de 2012

LA MENTALIDAD RELIGIOSA ANTE LA MUERTE EN LA HUELMA DEL SIGLO XVI:


                     Fotografía de la "Capilla de las Ánimas", Iglesia de la Inmaculada Concepción Huelma (Jaén).

...Una vez que el alma se ponía en paz con Dios y con los hombres, llegaba el momento de la agonía, para la cual el enfermo se va a rodear de los profesionales del buen morir, los sacerdotes de distintas órdenes. Según éstos, en la habitación se debía prohibir la visita de familiares cercanos, amigos o deudores, pues se pensaba que estos acrecentaban en el moribundo el apego hacia los bienes terrenales y, por lo tanto, era un serio obstáculo para su "carrera de salvación". Cuando se permitía la visita de algún familiar cercano se le instaba a que no manisfestara sentimientos de tristeza. Junto a los sacerdotes se aconsejaba la presencia en el lecho de algún niño, pues su oración inocente agradaba mucho a Dios, o de algún amigo cuyas virtudes cristianas fueran destacadas, para que éste diera prudentes exhortaciones que lo confortaran ante las duras tentaciones. Con todo ello se pretendía que el transito hacia la otra vida se hiciera lo menos doloroso posible, controlando todos sus estados de ánimo y procurando que fuera lo más ejemplificante posible. Esto es lo que recomendaban las artes del buen morir, lo cual nos hace pensar que podía variar en algunos aspectos en función del estrato social y del calado cristiano que poseía el agonizante.
Fallecido el individuo, la comunidad parroquial participaba del acontecimiento por medio del tañido de las campanas, que doblaban a duelo. A continuación, se iniciaba todo el cortejo fúnebre que, presidido por la cruz parroquial, se encaminaba a la casa del fallecido y que no era sino el comienzo de todo un rosario de actos exequiales que culminaban con el "oficio del cabo del año". Todos ellos habían sido previamente establecidos en el testamento y, por consiguiente, su análisis nos da mucha luz a la hora de conocer todo el amplio espectro de posibilidades que ofrece la configuración del mundo de la muerte y de la religiosidad en la villa de Huelma.
En el cortejo fúnebre que lo llevaba desde su casa a la parroquia, en este trayecto como en los actos subsiguientes se pedía en el testamento el acompañamiento del féretro por una serie de personas. Lo más usual era la participación de los clérigos parroquiales, con su cruz y sacristán, seguidos muy de cerca por las cofradías, confirmando la importancia que éstas tuvieron en el ámbito de la muerte. En una mínima parte de los testamentos se solicita el acompañamiento de frailes, la mayoría de los cuales pertenecen al convento de Santa Isabel de la orden de los agustinos, sito en la misma villa.
Una testadora de la villa Ana López manda le acompañen tres pobres el día de su enterramiento, a los cuales les debía vestir y dar una vela. Esta práctica solía ser muy usual en otras localidades y respondía a la necesidad de realizar los obras de caridad que no se habían realizado en vida.
Lo más usual era el acompañamiento de dos o tres cofradías por testador, pero con demasiada frecuencia solía elevarse la asistencia a cuatro, pudiendo alcanzar niveles superiores aunque no eran tan usuales. El testador se podía encomendar a una o varias cofradías que se debían de encargar tanto de atenderlo y asistirlo en su enfermedad como de acompañarlo en sus exequías, debiendo destinarle algunas misas a favor de su alma.
En un estudio global de las cofradías que aparecen en las mandas testamentarias nos puede ayudar a comprobar cual de ellas tenía mayor relevancia social:
Santísimo Sacramento 42.50%
Ánimas del Pulgatorio 40%
Santa Vera Cruz 33.75%
Santo Nombre de Jesús 31.25%
Nuestra Señora 28.75
San Sebastián 12.50%
San Marcos 11.25%
Nuestra Señora de la Cabeza 5%
Los Nazarenos 3.75%
Nuestra Señora del Rosario 1.25%.
Hay que decir que prácticamente el cien por cien de los enterramientos se realizaban en la iglesia mayor, apuntando como causa más directa el deseo de descansar eternamente donde se desarrollaba la mayor parte de su vida cotidiana religiosa, lugar donde a su vez estarían sepultados la mayoría de sus familiares.
El cuerpo se podía amortajar con el hábito de alguna orden religiosa o de cofradías
Normalmente las cofradías o la misma parroquia, poseían todo el mobiliario necesario para la celebración de las exequias (paños, ataúdes, hachones de cera, etc.). de tal modo que pudieran reutilizarse para todos los hermanos que así lo necesitaran. Así la cofradía de Ánimas del Pulgatorio se encargaba de dar cristiana sepultura a los hermanos, para lo cual disponía de un paño de terciopelo negro que tapaba el cuerpo del difunto para darle mayor decoro y honra.
La sepultura dentro de las iglesias era motivo de importantes conflictos ya que se llegó a pensar que la misma era poco más que la prolongación del espacio doméstico, tratándola como si fuera una pequeña propiedad cuyo uso estaba restringido únicamente a los propietarios y sus herederos. Así, en el lmismo testamento de Marina García, se estipula lo siguiente:
..."Quiero y es mi voluntad que, para mi sepultura e para poner en ella, se saque una alfombra sin quenta de mis bienes y la lleve mará Sánchez e Marina García su hija, y se syente en la dicha mi sepultura ella e su hija todos los días que bibiere e nadie les pueda poner ynpedimento a ello, e despues de sus días se enterren ambas en ellas..."
Como dato aclaratorio conviene saber que, ambas mujeres fueron esclavas sometidas a servidumbre doméstica, a las cuales se les da carta de liberto en el mismo testamento. Refiriendose a " María Sánchez, mora de las del reyno de Granada, dice que le ha sevido muy bien e me a fecho otros regales e es buena cristiana, por lo cual a madre e hija las hago libres e les suelto e remito todo e qualquier derecho de patronazgo que contra ellas tengo por razones del dicho cautiverio e servidumbres, e les doy poder cumplido para que hagan sus testamentos o cobdicilios e todo aquello que personas libres e de poderío paternal pude e deben hacer".
Una vez el cuerpo llegaba a la iglesia se iniciaban las exequias propiamente dichas. Las celebraciones cultuales eran diversas pero todas ellas tenían componentes comunes. La misa y vigilia el día del enterramiento era uno de estos actos habituales que podía ser de oficio mayor, llano o menor. Se mantenía la costumbre hebraica de ofrendar pan y vino. La cera simbolizaba la luz de la vida futura y la esperanza en la resurrección, por ello su empleo fue tan corriente en las exequias.
En la villa de Huelma fueron muy usuales los novenarios, que consistían en que durante nueve días se dijese una misa cantada con su responso. Con el oficio del cabo del año se daban por finalizadas las exequias fúnebres.

Se trata de un pequeño resumen del trabajo de nuestro investigador local Amable Vico Vico:
MENTALIDAD RELIGIOSA ANTE LA MUERTE EN EL SIGLO XVI A TRAVÉS DE LOS TESTAMENTOS. EL CASO DE HUELMA.

                             

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